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Francisco López Vargas

 

Lecciones




 

Los muertos gozan de cabal salud, dice un refrán popular y otra máxima señala que no hay derrotas para siempre ni triunfos perpetuos y ambas quedaron acreditadas en las elecciones locales de Hidalgo y Coahuila. Sin embargo, echar las campanas al vuelo también es un error porque la batalla apenas inicia.

Los comicios locales del pasado domingo dejaron claras varias cosas: el PRI no ha muerto, el PAN no es fuerte en todos los estados y Morena está tan dividida que no pueden presentar un frente común en las entidades porque el enfrentamiento entre los fundadores, los arribistas y los neo conversos es más enconada de lo que se ve.

La realidad es una sola y pareciera, así lo dicen los números, que ya empezaron a hacer mella en la población que no sólo no entiende por qué tiene que velar a sus más de 86 mil muertos por una pandemia sino tampoco le cabe asimilar que el responsable de la seguridad nacional, esa que acredita un fracaso al tener más de 100 asesinados al mes, dejará su cargo para contender por la gubernatura de Sonora como si su labor en el gobierno federal hubiera sido exitosa.

Como en todas las elecciones, buena parte del mérito están en los candidatos porque no todos seducen, no todos concitan a creerles y a dar confianza y muchos de ellos nunca terminarán de ser atractivos para los electores. A otros simplemente los persigue su pasado o su historia de vida.

La otra parte es la que no operó en los comicios de 2018: no hubo estructura que funcionara y el hartazgo de la gente salió en tropel para una aventura de esperanza que terminó en lo que hemos visto todos los días: un gobierno errático, sin coordinación, sin proyecto y que todo depende de la voluntad de un solo hombre que se empecina, a pesar de la pandemia, en continuar con obras que no sólo desvían el presupuesto sino que laceran los otros temas fundamentales de la vida diaria.

Me decía una seguidora de un desertor que pareciera que no tengo una pista de independencia y que parezco pagado por el gobierno en turno, pero que soy panista. Vaya, es como si todos nos erigiéramos en los jueces de todos y ahora cada uno nos censuremos a todos por nuestros gustos, preferencias o historias de vida. Cada quien es responsable de sus gustos, pero en mi caso personal ejercer la crítica a los políticos independientemente de sus partidos es una profesión que elegí porque ellos, los políticos, los funcionarios, viven de nosotros a través de nuestros impuestos y es a nosotros a quien deben de rendir cuentas de su labor.

Es verdad que hay un Congreso, dividido en Cámaras de Diputados y Senadores, que se conforman para guiar la vida de sus electores sobre el poder Ejecutivo. Empero, en la tradición política de este país más de un legislador se siente honrado primero por su partido y más por ese líder que él considera debe agradar porque de él depende el futuro de su carrera política.

Pero volviendo a temas electorales, el caso de Coahuila no debe quedar a la deriva. La derrota del PAN es la más estrepitosa porque normalmente era el segundo sitio en los comicios. El PRI ganó la elección, pero perdió una parte de sus votos que se fueron a Morena que se convirtió en la segunda fuerza electoral de Coahuila.

El tema parece menor, pero si en el PRI tienen claro que el enemigo del presidente es el PAN pues en Colima no sólo le dieron más votos a Morena que en la última elección local sino que aplastaron juntos al enemigo presidencial.

El panismo es el que deberá revisar que ha sucedido porque el “liderazgo” de Marko Cortés no sólo está en entredicho sino que hay elementos para ver su periodo como la del gran fracaso del albiazul.

El PRI, ya quedó claro, no está dispuesto a darse por vencido y la estrategia parece clara: todos a los que antes nunca vieron hoy serán los candidatos y con ellos aseguraran que haya un efecto cascada entre los militantes que se sentirán representados. Eso les sirvió en Coahuila e Hidalgo.

En Coahuila, el gobernador Riquelme no se alineó al presidente. Por el contrario, él es parte de esa decena de gobernadores de la Alianza Federalista y sus coterráneos no han visto mal su estrategia como quedó claro en las elecciones.

Sin embargo, entre los 15 gobernadores que se relevaran el otro año, muchos de ellos están plegados ante el presidente y no han entendido que ser opositores les puede elevar el aprecio de sus gobernados y ayudarlos a reducir la fuerza que tiene Morena en sus estados.

Cada gobernador agachado y sumiso que sólo atiende las coyunturas, en los hechos, no sólo dejan de defender los temas de sus estados sino que la población no los ve como gente con valor y firmeza.

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